Solitario (Solitaire) es uno de los juegos de cartas más famosos para un solo jugador, que combina reglas simples con una profunda estructura lógica. A lo largo de los siglos, el juego ha pasado de ser un pasatiempo aristocrático a un entretenimiento digital, convirtiéndose en parte de la cultura cotidiana en muchos países. A diferencia de la mayoría de los juegos de cartas, Solitario está pensado para el juego individual, donde son esenciales la atención, la consistencia y la capacidad de pensar varios pasos por adelantado. Su popularidad está muy ligada a su versatilidad: basta con una sola baraja de cartas para obtener una actividad que resulta a la vez tranquila e intelectualmente estimulante.
Un lugar especial en la historia del Solitario lo ocupa Klondike — una variante que con el tiempo se ha convertido prácticamente en sinónimo de todo el juego. Esta versión alcanzó el mayor reconocimiento gracias a la exitosa combinación de lógica y azar, así como a su amplia difusión en el entorno digital. Solitario ocupó un lugar estable en la cultura: desde los salones victorianos hasta las aplicaciones estándar en los sistemas operativos. Se percibe no solo como un juego, sino como una forma de descanso organizado — una manera de desconectarse, concentrarse y apartarse del ruido exterior.
Historia del Solitario
Orígenes y primeros años
Los orígenes exactos del Solitario siguen siendo inciertos, pero los investigadores coinciden en que los juegos de cartas de disposición — los precursores del Solitario — aparecieron en Europa hacia finales del siglo XVIII. Europa del Norte y Central se consideran los lugares más probables de origen — en particular Escandinavia, Francia y Alemania. Curiosamente, en algunas lenguas se han conservado rastros de la percepción mística temprana del Solitario. Así, en los países escandinavos el juego recibió el nombre Kabale — tomado del francés Cabale, una palabra asociada con misterios, conspiraciones y prácticas enigmáticas. En una época en la que el Solitario se veía a menudo como una forma de adivinación, tal nombre parecía bastante apropiado. De hecho, a finales del siglo XVIII y principios del XIX se consideraba al Solitario no solo como entretenimiento, sino también como una especie de oráculo: se creía que si la disposición «salía bien» (es decir, si todas las cartas quedaban en el orden requerido), el deseo se cumplía.
Las primeras referencias documentadas al Solitario datan de la década de 1780: en la antología alemana de juegos Das neue Königliche L’Hombre-Spiel (1783) aparecen descripciones de disposiciones de cartas bajo los nombres Patience y Cabale. Según el historiador de juegos David Parlett, en su etapa inicial existía incluso una variante del Solitario para dos participantes — cada uno disponía su propia combinación, compitiendo en velocidad. Sin embargo, la versión para un solo jugador ganó rápidamente mucha mayor popularidad, al ser una actividad más tranquila y concentrada.
Difusión en Europa
A finales del siglo XVIII y principios del XIX, el Solitario comenzó a ponerse de moda en las cortes y en los salones. En la Francia de Luis XV, las disposiciones de cartas se convirtieron en un pasatiempo favorito de la nobleza. Poco después, la afición por el Solitario se extendió también a Inglaterra: el primer uso documentado de la palabra «Patience» en inglés data de 1801, y hacia la década de 1820 el juego ya era bien conocido en la sociedad británica. De ello da testimonio, en particular, una carta de Harriet Leveson-Gower, condesa de Granville, fechada en 1822.
Aproximadamente en la misma época aparecieron también las primeras referencias literarias al Solitario en Rusia. Ya en 1826 se publicó en Moscú un libro con el característico título: «Colección de disposiciones de cartas, conocidas como grandes solitarios, diligentemente dedicada a todas las personas de negocios». Esto demuestra que el juego era conocido entre la aristocracia rusa al menos desde principios de la década de 1820.
Poco a poco, el Solitario perdió su carácter puramente adivinatorio y se convirtió en un juego lógico accesible a un amplio círculo de aficionados a las cartas.
La era victoriana y las primeras colecciones
El verdadero auge de la popularidad del Solitario llegó a mediados y finales del siglo XIX. En esa época, aparecieron en Europa y en Estados Unidos numerosas colecciones con descripciones de disposiciones de cartas. Una de las publicaciones más tempranas y notables que influyó en la difusión del Solitario fue el libro de la aristócrata británica Adelaide Cadogan. Su «Illustrated Games of Patience» se publicó por primera vez hacia 1870 y contenía 25 tipos de Solitario. El libro tuvo gran éxito y se reimprimió muchas veces — en Inglaterra, el nombre Cadogan incluso se convirtió en sinónimo de cualquier colección de Solitarios.
Otros autores siguieron a Lady Cadogan: la estadounidense Ednah Cheney publicó su libro sobre Solitarios poco después de la década de 1870, y en las décadas de 1890–1900 aparecieron voluminosas colecciones de las británicas Mary Elizabeth Whitmore Jones, E. D’Orse y otras, que documentaban cientos de diferentes disposiciones. En la Inglaterra victoriana, el Solitario se convirtió en un pasatiempo de moda, especialmente entre las damas — un rompecabezas de cartas pausado que encajaba con el espíritu de la época.
En esta época surgieron nuevas variantes del Solitario, y muchas disposiciones clásicas recibieron nombres que hacían referencia a personajes y acontecimientos históricos conocidos. Así, es bien conocida la leyenda de que Napoleón Bonaparte, durante su exilio en la isla de Santa Elena, pasaba el tiempo jugando al Solitario. En su honor se nombraron disposiciones populares como «Napoleon at St. Helena» y «Napoleon’s Square» — aunque hay pocas pruebas históricas de ello. Sin embargo, el simple hecho de la aparición de tales nombres muestra el lugar que ocupaba el Solitario en la vida cultural del siglo XIX.
La aparición de Klondike
A finales del siglo XIX y principios del XX apareció una variante que más tarde se convertiría en el Solitario más famoso del mundo — Klondike. El origen de esta disposición está rodeado de cierto misterio. El nombre remite claramente a la región Klondike, en el noroeste de Canadá, que se hizo famosa por la fiebre del oro de 1896–1899. Según una versión, fueron los buscadores de oro durante la fiebre quienes inventaron la disposición de cartas de Solitario para pasar las largas noches polares mientras esperaban la suerte. Se cuenta que los mineros siempre tenían una baraja a mano y, mientras vigilaban el oro extraído por las noches, jugaban al Solitario para no quedarse dormidos. Esta versión romantizada se arraigó firmemente en el folclore cultural. Por ejemplo, el escritor Jack London en uno de sus relatos sobre el norte describe cómo los buscadores del Klondike pasaban las noches jugando al Solitario: «Shorty, sumido en una profunda desesperación, disponía el Solitario». Sin embargo, no existen pruebas documentales directas que vinculen la aparición del juego con el Klondike.
Los investigadores solo señalan que las primeras publicaciones de las reglas de esta disposición datan de principios del siglo XX. Así, en la edición de 1907 de «Hoyle’s Games» se menciona un juego llamado «Seven-Card Klondike» — en esencia, el Klondike clásico, donde se disponen 7 columnas con un número creciente de cartas. Curiosamente, en ese mismo libro de 1907 apareció otra variante de cartas más compleja y con carácter de apuesta bajo el nombre Klondike — en realidad, el juego que hoy se conoce como «Canfield». La confusión en los nombres continuó durante varios años hasta que finalmente se estableció la terminología moderna.
En las reglas de juegos estadounidenses de 1913 los conceptos ya estaban claramente diferenciados: Klondike era exactamente el Solitario con siete columnas y colocación de cartas en orden descendente, mientras que el nombre «Canfield» quedó fijado para un juego separado basado en aquella variante de apuesta. ¿De dónde proviene el nombre «Canfield»? Aquí también hay una historia notable: Richard Albert Canfield, un conocido propietario de casinos en Estados Unidos, supuestamente ofrecía a sus clientes un Solitario de apuesta en el que, por 50 dólares, se podía comprar una baraja y recibir 5 dólares por cada palo completado — este juego pasó a llamarse «Canfield».
Más tarde en Inglaterra se llamó erróneamente «Canfield» al Klondike, lo que causaba confusión. Pero con el tiempo, la terminología se estabilizó en ambos países: Klondike — el Solitario clásico, conocido como Solitaire en Estados Unidos y Patience en Gran Bretaña, mientras que «Canfield» designaba otro juego más complejo.
Geografía de la popularidad y evolución
En la primera mitad del siglo XX, Klondike se difundió ampliamente — tanto a través de colecciones impresas como gracias a una tradición oral estable. El juego no requería nada más que una baraja de cartas y por ello se arraigó en todas partes — desde América del Norte hasta Rusia. En la tradición rusa, Klondike recibió el nombre «Kosynka» — según la leyenda, por la semejanza esquemática de la disposición de las cartas con la silueta triangular de un pañuelo. Probablemente este nombre se consolidó en el uso cotidiano en la primera mitad del siglo XX, cuando la palabra original resultaba menos comprensible y el juego ya era conocido a través de literatura traducida (incluso hay opiniones de que los relatos de Jack London desempeñaron un papel en el conocimiento del Klondike por parte de los lectores rusos).
Las reglas del Klondike se transmitieron de generación en generación y prácticamente no cambiaron: disposición de 28 cartas en 7 columnas, objetivo — reunir todos los palos en orden ascendente en 4 bases, moviendo las cartas sobre la mesa en orden descendente alternando colores. Las variaciones se referían solo a los detalles — por ejemplo, si se permitía pasar varias veces el mazo, repartir de una en una o de tres en tres, etc. Cabe destacar que originalmente se consideraba clásica la modalidad de repartir de tres en tres (que requería más paciencia y se consideraba más difícil), pero en algunas reglas del siglo XX ya se incluía la modalidad más sencilla de repartir de una en una, que aumentaba las posibilidades de éxito.
El diseño y el formato del juego también cambiaron con el tiempo en el plano artístico. En los juegos de cartas victorianos para Solitario se podían encontrar barajas especialmente reducidas o elegantes soportes para las disposiciones, y hacia mediados del siglo XX apareció incluso un tablero especial para Solitario («Chastleton Patience Board», inventado por Mary Elizabeth Whitmore Jones), que permitía jugar de pie o durante los viajes. Sin embargo, la masiva popularización del Solitario se debió a su sencillez — para disponer no se necesitaban accesorios especiales ni componentes costosos. Millones de personas en distintos países jugaban al Klondike — en casa, de viaje, en vacaciones — y con el tiempo se convirtió en parte de la vida cotidiana.
La era digital
El verdadero boom mundial de la popularidad del Klondike llegó con la aparición de los ordenadores. En la década de 1980, cuando los ordenadores personales y las interfaces gráficas empezaron a ganar popularidad, los desarrolladores dirigieron su atención a los juegos de cartas clásicos para adaptarlos a la pantalla. Uno de los primeros programas informáticos fue una versión para el Atari de 8 bits (publicada en 1981) con el sencillo nombre «Solitaire», que implementaba precisamente Klondike. En 1984, el entusiasta Michael A. Casteel lanzó una versión de Klondike para ordenadores Apple Macintosh. El juego se distribuía en el modelo shareware y se actualizaba con regularidad.
Pero el punto de inflexión fue la decisión de Microsoft de incluir el Solitario en el paquete estándar de Windows. En 1988, el becario de Microsoft Wes Cherry desarrolló una versión electrónica de Klondike durante sus prácticas — inicialmente como ejercicio y como medio para ayudar a los usuarios a adaptarse al uso del ratón. En aquel entonces, el concepto de arrastrar y soltar era novedoso y el juego resultó ser un excelente entrenamiento para esa habilidad. El diseño renovado de las cartas se confió a Susan Kare. En 1990, «Solitaire» debutó en el sistema operativo Windows 3.0 — y a partir de ese momento comenzó la marcha triunfal del Klondike por todo el planeta. El juego ganó popularidad de inmediato: según Microsoft, pocos años después se convirtió en la aplicación más utilizada de Windows — por delante incluso de los editores de texto.
Millones de trabajadores de oficina en todo el mundo pasaban horas disponiendo cartas virtuales bajo la apariencia de trabajar. Con el tiempo, esto incluso generó preocupación en la dirección: se conoce el caso de que en 2006 el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, despidió a un empleado tras sorprenderlo jugando al Solitario en su ordenador de trabajo.
Sin embargo, la idea original era la contraria — aumentar la eficiencia enseñando el uso del ratón; el resultado fue una curiosa paradoja. A pesar de todo, la popularidad del Solitario no dejó de crecer. El Solitario digital estuvo presente en todas las versiones posteriores de Windows (3.1, 95, 98, 2000, etc.) y se convirtió prácticamente en la «tarjeta de presentación» del sistema operativo. Cuando Microsoft intentó eliminar el Solitario integrado de Windows 8 en 2012, esto provocó tal oleada de indignación entre los usuarios que el juego fue devuelto poco después. En 2015, para celebrar el 25 aniversario de su creación, Microsoft incluso organizó un torneo mundial de Solitario entre los usuarios de Windows.
Hoy en día, el Solitario digital ha batido numerosos récords. «Solitaire» (actualmente parte de la Microsoft Solitaire Collection) contaba en su 30 aniversario con más de 35 millones de jugadores mensuales en todo el mundo, disponible en 65 idiomas y en más de 200 países. Según estadísticas de 2020, se juegan más de 100 millones de partidas cada día — una cifra colosal que refleja el verdadero cariño popular por el juego. En 2019, Microsoft Solitaire fue incluido en el Salón de la Fama de los Videojuegos como uno de los juegos de ordenador más significativos de la historia. Así, el Solitario, nacido hace siglos como un entretenimiento pausado con cartas, evolucionó hasta convertirse en un fenómeno digital global, permaneciendo vigente incluso en el nuevo milenio.
Datos curiosos sobre el Solitario
- Récords y paradojas numéricas. No todas las disposiciones de Klondike pueden completarse con éxito — a diferencia de rompecabezas como FreeCell, donde casi todas las partidas son resolubles, aquí el azar desempeña un papel fundamental. Los matemáticos han calculado que solo alrededor del 80% de las reparticiones son teóricamente ganables (si se conoce la posición de todas las cartas y sin limitaciones de movimientos). El porcentaje real de victorias jugando con reglas estándar es aún menor — los jugadores experimentados ganan aproximadamente entre el 30% y el 50% de las partidas, incluso usando estrategia y el botón de deshacer. Así, el Solitario hace honor a su nombre «paciencia»: a veces, incluso un juego perfecto no conduce a la victoria y no queda más que aceptar la derrota y volver a intentarlo.
- El Solitario como fenómeno de oficina. Con la llegada de la versión informática, el juego obtuvo la dudosa fama de «asesino del tiempo laboral». En la década de 1990, el Solitario en los ordenadores de oficina se consideraba una distracción tan extendida que se lo apodó en broma «Office Solitaire».
- La partida de Solitario más rápida de la historia. El 2 de agosto de 1991, el británico Stephen Twigge estableció un récord Guinness al completar una partida de Solitario en formato de mesa en solo 10 segundos. El récord se logró con una baraja estándar y las reglas clásicas de disposición. Este logro fue reconocido oficialmente por Guinness World Records como la partida de Solitario más rápida jamás jugada a mano, y se mantiene imbatido durante más de treinta años. El resultado subraya no solo la popularidad del juego, sino también la posibilidad de demostrar velocidad, destreza y una coordinación fenomenal.
- El fenómeno matemático del Solitario. Cada partida de Solitario es casi con toda seguridad única — la probabilidad de ver dos disposiciones idénticas es tan pequeña que prácticamente no existe. En una baraja estándar de 52 cartas, el número de combinaciones posibles se aproxima a un uno seguido de 67 ceros. Incluso si los 8 mil millones de habitantes actuales de la Tierra hubieran jugado una nueva partida cada segundo desde el inicio de los tiempos, no habría sido suficiente para recorrer ni siquiera una mínima parte de todas las variantes posibles. Para comparar: la edad del universo es de unos 13.800 millones de años, o aproximadamente 435 billones de segundos.
La historia del Solitario es la historia de un juego que logró mantener su vigencia, pasando de las disposiciones manuales a la pantalla del ordenador personal. Klondike combina la sencillez de las reglas con una variedad infinita de situaciones, que requieren del jugador pensamiento flexible, memoria y, por supuesto, paciencia. Ocupa un lugar especial en la encrucijada entre rompecabezas lógico y juego de azar, permaneciendo al mismo tiempo accesible para todas las edades y generaciones.
En el contexto cultural, el Solitario no es solo entretenimiento: es una especie de meditación, tiempo a solas con uno mismo. No es casualidad que las imágenes de personas disponiendo cartas aparezcan tanto en la literatura como en el cine — el juego se ha convertido en una metáfora de las decisiones vitales que cada uno toma en soledad. En el plano lógico, el Solitario desarrolla la habilidad de planificación y de combinatoria, cercana a los retos que plantean el ajedrez o los rompecabezas, pero en una forma más tranquila y pausada. En 2019, el Solitario fue incluido en el Salón de la Fama de los Videojuegos, junto con arcades y shooters icónicos. Este reconocimiento oficial subraya: a pesar de la abundancia de entretenimientos modernos, el viejo juego de cartas sigue siendo un clásico vivo.
Antes de empezar, conviene comprender las reglas — no por formalidad, sino para ver cómo detrás de movimientos simples se esconde un sistema coherente. El Solitario no requiere prisa: se construye paso a paso, permitiendo que cada movimiento adquiera sentido. No es un juego de velocidad, sino de atención, paciencia y cálculo. Precisamente esta concentración interior hace especial al Solitario — y explica por qué sigue siendo vigente tras siglos.